
Ya nada me sorprende aunque no deje de mirar.
Escarbaré en mi lodazal y trataré de limpiar el lodo de mis entrañas, de mis cabellos, de mi piel.
Me abandonaré al dolor que algún día sentí tratando de exprimir el nectár que gota a gota correrá por mis labios y mi lengua.
Y caminaré atravesando las cuidades, con mi cuerpo desnudo cubierto sólo por la noche y las estrellas.
Ya nada me podrán decir que yo quiera escuchar y mis cabellos al viento dibujarán algunos signos por toda respuesta.
Continuaré hasta que la memoria regrese a mi pecho, hasta que el brillo del sol por la mañana enceguezca mis ojos.